miércoles, 3 de noviembre de 2010

Rafamor


Rafa y yo estuvimos dando vueltas, hablando como abuelitos y no necesitábamos nada más. Es agradable conocer a alguien y tener la complicidad suficiente como para no estar haciendo gran cosa y estar feliz, sin más. Recorrimos Londres, pero ambos caímos en la conclusión de que mucha falta no nos hacía. Para mí los mejores momentos eran cuando descansábamos, o montábamos en autobús o en el metro, sentados, hablando, observando a la gente dispar que entraba al vagón. En una ocasión recuerdo que se sentaron en frente nuestro dos ingleses con pinta de científicos, uno con la corbata sobre el hombro, a causa del viento. Su compañero en cambio tenía los pelos electrizados, blancos, con una gran sonrisa y mofletes sonrojados. "Tienen pinta de bonachones" me dijo Rafa y cierto es que buenga gente parecían, al menos graciosos. Dos sitios más a la derecha había un asiático que bien podría ir con ellos, con maletín de cuero negro y gafas redondas. Enfundado en su traje y con cara de matemático mientras leía un libro de un grosor considerable.
Ahora que lo pienso, observar a la gente es un buen ejercicio, a poder ser creativo... caras, conversaciones, situaciones que inspiran historias. O sino que tire la primera piedra el que no ha visto alguna vez a alguien y se ha imaginado de dónde viene o qué le pasa, casi convenciéndonos de que estamos en lo cierto. Ai, cómo me gustan este tipo de cosas. ¿Estaba hablando de Rafa? cómo se me va.

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