jueves, 19 de agosto de 2010

DÍA 2. Cual rebañín de ovejas


Hoy me ha pasado un hecho de lo más típico pero no por eso menos interesante. Si se analiza medianamente tiene su propia historia con su principio y su fin.
Estábamos llegando a un paraje alejado en el que hay un río de agua cristalina situado en una zona remota rodeada de montañas donde hace en invierno un frío extremo y en verano un microclima parecido a Madrid: el cielo totalmente despejado y a casi 30º, eso todos los días durante los meses de julio y agosto, todo un lujo comparado con el clima inestable de Asturias, que apesta bastante en ese sentido. Llegamos pensando que no habría nadie pero es entonces cuando vimos a una familia que por diferente que fuera a nosotras, se les ocurrió la misma idea. Primera reacción, la normal: menuda mierda, ya nos han jodido el plan. Pero entonces decidimos ir mas allá e investigar río adentro y es cuando encontramos algo mucho mejor a lo que teníamos en un principio. Zonas donde habían pequeñas charcas a modo de piscina en las que el sol golpeaba ligeramente el agua, sin nadie al rededor y donde, ya que estamos, el césped estaba más mullidito.
Esta anécdota por vanal que sea, se puede aplicar a muchos sentidos y ámbitos de la vida y es que por qué quedarnos en la superficie y conformarnos con lo que nos ofrece la vida si podemos profundizar y sacar más provecho de ella. Nunca fui conformista y me alegro por eso, tiene su lado malo y es el no estar casi nunca contento con nada pero tiene el lado maravilloso que es el estar siempre en constante búsqueda de algo que en el fondo anelamos. En realidad la felicidad es subjetiva.

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